lunes, 8 de agosto de 2011

Francisco Romo Y Diana Espinal Meza.



San Juan y el ave.
Autor: FRANCISCO ROMO.
Taller de Creación Literaria “Carlos Montemayor.”
Ciudad Juárez, Chih. México.

Por alguna extraña razón el agua despertó hoy ausente. Al abrir la llave de la regadera con la firme determinación de que el vital líquido me cubriera las ideas; dentro de la tubería sólo surgió el rechinar del óxido que produce el vacío enclaustrado. No me sorprendí. A semejante hora de la mañana es difícil que algo me sorprenda. No obstante, cuando el ruido se terminó de esparcir por todas partes hasta perderse en la lejanía, un pequeño pico color marrón se asomó a través de la obscura circunferencia. Ante mi mirada difusa, continuó saliendo de poco a poco hasta mostrarse completa como era,  la impresionante ave. Primero abrió su colosal plumaje con  sus alas viniendo a chorros. Cuando terminó de descubrir ante mis ojos la majestuosidad de su figura, se posó sobre mis hombros encajando sus afiladas garras en mi piel desnuda y aún seca. Me apretó hacia sí con una fuerza brutal. Transcurrieron algunos minutos ante mi pasividad involuntaria. Tampoco me tomó por sorpresa cuando sus uñas se afianzaron hasta romperme un hueso. Y así, sin mayor aviso que una violenta sacudida que surtió en mí la sensación real de estar cayendo en peso hacia el cielo, la enorme águila emprendió el vuelo.  Sujetándome con irreprimible fuerza, me paseó toda la tarde por lo alto para exhibirme como su  presa.


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